viernes, 9 de enero de 2015

RETRASAR NUESTRA EXTINCIÓN

Muchos de nosotros en nuestras ensoñaciones o en nuestros momentos de lucidez sentimos o asumimos que somos parte del universo, una parte ínfima del mismo pero una parte consciente.

Pero muchas veces no nos damos cuenta que eso implica que como tal, somos también parte de este planeta; la litosfera, la hidrosfera, la atmósfera, los animales, plantas y demás seres vivos, somos parte de un sistema interdependiente que evoluciona y se diversifica conjuntamente. Y en este planeta los humanos representamos actualmente una parte no ínfima sino una parte mayoritaria, porque hemos llegado a un punto en el que nuestras actividades tienen más repercusión sobre el sistema que las de cualquier otro componente.

En nuestras manos está seguir alterando la atmósfera, el agua, la tierra y la biodiversidad y ampliando nuestra población hasta un punto ya no muy lejano en el que nuestra supervivencia no esté asegurada y seamos forzosamente excluidos. Esta exclusión sería indiferente al resto del universo, pero como espécimen humano me produce una gran intranquilidad. 

Apelo al instinto de conservación de la especie para que intentemos retrasar lo más posible nuestra extinción.

jueves, 8 de enero de 2015

MANIPULACIÓN RELIGIOSA

Todas las religiones sitúan al hombre en una posición de sumisión ante uno o varios seres imaginarios, y en esa posición de sumisión los ciudadanos están claramente en disposición de ser dominados y subyugados por quienes se consideran o erigen en referentes, artífices, representantes, defensores o brazos ejecutores de dicha religión.

La religión es una opción personal y el hecho de que, en estados autoritarios o lugares incivilizados, sea obligatoria o se imponga en mayor o menor medida, es inadmisible, detestable e intolerable.

La religión, como opción personal, puede merecer tolerancia en algún caso, cuando no atente contra ninguna libertad del individuo ni persiga el alcance del poder político y/o económico para imponerse (lo que no ocurre ni con el cristianismo ni con el islamismo), pero no merece nunca respeto, si por respeto se entiende que no pueda ser criticada, discutida, burlada, ridiculizada o cualquier otro tipo de confrontación racional que, en definitiva, el supuestamente ofendido puede (intentar) combatir con las mismas armas racionales de la lógica, la razón o la ironía.

Las religiones, como opciones puramente personales, en ningún caso merecen el apoyo económico, ni logístico ni mediático de un estado libre. Los apoyos económicos, fiscales o de cualquier otro tipo a una creencia religiosa son una gran estafa al conjunto de la ciudadanía.

Las religiones que en algunos de los puntos de su credo incluyan la más mínima limitación a la libertad y dignidad son una amenaza contra la integridad física y/o intelectual de la personas. El Estado en un país libre es responsable de salvaguardar esa libertad e integridad, El Estado en un país libre es responsable de salvaguardar esa libertad e integridad, por lo que no puede tolerar la construcción de centros de culto de estas religiones, no puede tolerar la celebración de sus ritos, ni de sus manifestaciones, ni su vestuarios, velos u otros símbolos distintivos, ni la propagación de sus ideas por ningún medio, dado que son claramente un riesgo para los ciudadanos en tanto que exaltan o difunden esas creencias. De la misma forma que la exhibición de elementos nazis (símbolos de racismo, xenofobia, intolerancia cuando no de exaltación de la violencia) no deberían consentirse, la exhibición de símbolos religiosos de creencias que supongan diferencias entre las personas (creyentes vs no creyentes, hombres vs mujeres, heterosexuales vs homosexuales...) deben perseguirse y extirparse hasta las últimas consecuencias.

Cuando un Estado asume la protección de una determinada creencia religiosa, aunque sea por tradición, cuando sus miembros se manifiestan públicamente como creyentes, cuando se exige respeto a algunas creencias particulares y se las apoya, se hace imposible racionalmente diferenciar entre unas y otras creencias, pues si se asume por el Estado la adoración, sumisión y obediencia  a seres imaginarios o a sus representantes "en la Tierra", el mismo Estado se pone en la patética posición de decidir y regular qué seres imaginarios son más dignos de respeto, sumisión, obediencia y culto.

Cualquiera tiene derecho a creerse ciegamente lo que desee, pero no tiene el más mínimo derecho a que su creencia particular condicione o limite de cualquier modo la vida de sus congéneres, por lo cual el que lo haga debe ser perseguido y apartado de la sociedad.

Mientras no tengamos claro esto seguiremos siendo vulnerables.


Los fanáticos islamistas matan. Los fanáticos cristianos no dejan vivir.

Desde una religión solo se puede combatir a otra religión desde la violencia y el exterminio. Desde el laicismo se puede combatir con la Ley y la razón.